Esta entrada quizás hubiese tenido más
sentido el 1 de enero. Año nuevo, vida nueva y esas movidas. Pero… ¿por qué no
ahora en febrero? ¿Acaso no sigue siendo un nuevo año? Que las normas están
para romperlas, las costumbres para cambiarlas y que mejor tarde que nunca.
Aunque febrero, tarde no es.
A mí enero y las nuevas energías del
año me ayudan a identificar mejor qué quiero conseguir, qué quiero cambiar y
qué quiero hacer con mi vida. Es febrero aún y nos queda mucho por hacer, por
crear, por vivir y compartir. ¡Que no decaiga el ánimo y aprovechemos la
energía del nuevo año y este nuevo mes para por fin cambiar aquello que nos nos
gusta y convertirnos de una vez por todas en dueñas de nuestras vidas! ¿Te apuntas?
El corazón empieza a latir fuerte, te sudan las manos pero sientes frío, estás nerviosa y no sabes porqué, y el no saber porqué te pone aún más nerviosa. El corazón parece que se te va a salir del pecho. La respiración empieza a agitarse. ¿Qué está pasando? Lloras de impotencia, de incomprensión, de miedo. La situación en sí te pone más nerviosa y el corazón late cada vez más rápido y fuerte, respiras cada vez más rápido porque sientes que te ahogas y no paras de esforzarte en coger más aire cada vez. Pero es inútil. De hecho, es contraproducente. Necesitas respirar, pero no puedes. Sientes que te ahogas.
¿Te has visto en esta situación alguna vez?
No pretendo ser salvadora de nadie, y sé que no tengo la verdad absoluta, pero quiero compartir lo que yo hago frente a la ansiedad y frente a un ataque de ansiedad por si a alguien le puede servir. O por si a mí se me olvida y necesito recurrir a esta entrada en un momento de crisis.
En mi búsqueda de crecimiento personal, de encontrarme a mí misma, de haber perdido el rumbo y querer encontrarlo... me encontré con esta palabra de origen japonés. Ikigaisignifica la razón de vivir, aquello que nos hace levantarnos de la cama cada mañana y afrontar el día y la vida con una razón de ser. Los japoneses creen que todas tenemos nuestro propio Ikigai y encontrarlo favorece una vida más feliz, larga y sana. Y en esta sociedad frenética en la que casi parece delito pararse a escuchar nuestro cuerpo y permitirnos nuestros tiempos, me parece absolutamente necesario hablar de este concepto.
¿Quién podría resistirse a encontrar su Ikigai y disfrutar de la vida como no nos han enseñado?